Notas viajeras en La Petite Bibliothèque
David y Maeva, en su paso por Torotoro, ofrecieron un taller relámpago de música en La Petite Bibliothèque, compartiendo ritmo y conocimiento con jóvenes músicos, en una experiencia breve pero profundamente inspiradora y significativa.
5/20/20252 min leer
Un instante de armonía: taller relámpago de música con David y Maeva en Torotoro
A veces, la música llega como una visita inesperada: discreta, amable y profundamente transformadora. Así fue el paso de David y Maeva, dos franceses que, en una breve pero significativa estadía en Torotoro, ofrecieron un taller relámpago de música a jóvenes entusiastas que sueñan con ritmos y melodías. El encuentro tuvo lugar en el corazón de La Petite Bibliothèque, donde los sonidos nuevos se mezclaron con la emoción de aprender.
Maeva, profesora, y David, músico de espíritu libre, compartieron generosamente su tiempo y saberes con un grupo de adolescentes que ya experimentan con instrumentos y buscan su propio lenguaje musical. Aunque el encuentro fue breve, dejó una huella vibrante y genuina en todos los presentes.
Sin necesidad de micrófonos ni escenario, el taller se construyó en la sencillez del compartir. Guitarras, percusión y elementos de ritmo corporal fueron los protagonistas de una tarde donde los sentidos se abrieron al universo sonoro. Se habló de armonía, de improvisación, de cómo escuchar al otro y encontrar el momento justo para entrar con una nota, un golpe, un silencio.
No hubo canto, pero sí una profunda exploración instrumental y sensorial que permitió a los participantes redescubrir lo que ya sabían de manera instintiva: que la música vive en ellos. Con dinámicas lúdicas, escucha activa y práctica compartida, se generó un espacio de respeto y conexión, donde cada sonido contaba.
Las paredes de La Petite Bibliothèque, acostumbradas al crujir de páginas y al susurro de cuentos, se llenaron de pulsos rítmicos y miradas cómplices.
Agradecemos de todo corazón a David y Maeva, por su generosidad y por esta siembra de sensibilidad artística. En su paso breve, supieron detener el tiempo y regalarnos una pausa luminosa, donde el aprendizaje fue libre y el disfrute compartido.
Gracias también a los jóvenes que asistieron, por su curiosidad, su disposición y sus ganas de expresarse. Momentos así nos recuerdan que no se necesita mucho para encender la chispa del arte: a veces, basta una guitarra, un par de manos dispuestas, y la voluntad de compartir lo que se ama.
Que esta pequeña gran experiencia nos motive a seguir creando espacios para la música, la lectura y la imaginación. Porque cuando las artes se encuentran, la vida se vuelve más profunda, más alegre y más humana.





